El otro partido del Mundial de Clubes: el que se juega por el planeta

El fútbol es pasión, movimiento, identidad. Pero también es industria, consumo y —aunque a veces se pase por alto— impacto ambiental. En un contexto global atravesado por la crisis climática, las organizaciones deportivas enfrentan un nuevo tipo de desafío: convertirse en aliadas activas del planeta.

Mientras las miradas del mundo se posan sobre las grandes figuras que compiten por la gloria deportiva en el Mundial de Clubes 2025, en Estados Unidos se libra un partido silencioso pero urgente: el que enfrenta al fútbol con su propia huella ambiental.

El torneo, que por primera vez reúne a 32 equipos en un formato ampliado, genera un impacto sin precedentes en materia de emisiones. Solo los vuelos de los planteles suman más de 560.000 kilómetros recorridos, sin contar los traslados masivos de hinchas. El diseño geográfico del torneo —con partidos en costas opuestas del país— refuerza este problema, multiplicando el uso del transporte aéreo, una de las principales fuentes de CO₂ en el deporte global.

El calor también juega

El cambio climático no solo está presente en las cifras. Durante los primeros días de competencia, varias ciudades anfitrionas enfrentaron olas de calor extremo, con temperaturas que superaron los 40°C. Las pausas de hidratación fueron obligatorias, y el rendimiento de los jugadores se vio afectado. El cuerpo técnico de varios equipos pidió incluso reprogramar horarios de partidos para evitar condiciones peligrosas.

¿Dónde está el plan climático?

Aunque la FIFA se adhirió en 2018 al Marco de Acción del Deporte por el Clima de la ONU y prometió alcanzar la neutralidad de carbono para 2040, la estrategia ambiental específica para este torneo sigue siendo difusa. En su web oficial no hay información detallada ni actualizaciones recientes sobre cómo se medirán o compensarán las emisiones generadas por el evento.

La responsabilidad, al parecer, ha quedado en manos de las ciudades sede, los clubes y los estadios. Algunos han respondido con acciones concretas.

Estadios que dan el ejemplo

El Hard Rock Stadium de Miami, por ejemplo, eliminó el 99,4% de los plásticos de un solo uso, instaló biodigestores para residuos orgánicos y recupera aceite de cocina para transformarlo en biocombustible. En Europa, el Signal Iduna Park, sede del Borussia Dortmund —uno de los clubes participantes—, produce energía limpia con 11.000 paneles solares, evitando unas 1.800 toneladas de CO₂ al año.

El legado también importa

Más allá de lo ambiental, el torneo destina USD 11 millones para proyectos comunitarios en las 11 ciudades sede, incluyendo la construcción de mini-canchas y actividades para jóvenes. También se anunciaron 30.000 entradas gratuitas para trabajadores esenciales y fondos para el desarrollo del fútbol en países emergentes.

Pero, para muchos especialistas, esto no alcanza. “Los gestos comunitarios son importantes, pero si no se miden ni se reducen las emisiones reales, seguimos en deuda con el planeta”, advierte un informe reciente de The Guardian.

El desafío de un fútbol con futuro

El Mundial de Clubes es una vitrina global y una oportunidad única para que el fútbol demuestre que puede jugar a favor del planeta. Pero, por ahora, la estrategia climática de la FIFA no está a la altura del desafío.

El verdadero campeonato —el que define si el fútbol puede ser parte de la solución y no del problema— todavía está en juego. Y no admite empates.

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