Lograr que la sostenibilidad sea una política transversal en la producción, el consumo y, en definitiva, en todos los aspectos de la vida moderna sigue siendo un desafío central para empresas y gobiernos en 2025. Si bien se han registrado avances, el llamado a la acción se vuelve cada vez más urgente y multifacético.
Según el informe Fostering Effective Energy Transition 2025 del Foro Económico Mundial (WEF) y Accenture, un 65 % de los países mejoró su puntuación en el índice de transición energética (ETI), aunque solo un 28 % progresó simultáneamente en seguridad, equidad y sostenibilidad.
La inversión mundial en energía limpia alcanzó niveles récord, superando los 2 billones de dólares en 2024–2025, aunque el ritmo de crecimiento anual cayó del 24–29 % a alrededor del 11 %.
El avance no es lineal ni uniforme: los países desarrollados han mejorado en infraestructura y regulaciones, mientras regiones emergentes muestran avances mediante la inversión, innovación o reformas políticas.
Energía inteligente y democratizada
La transición energética ya no se trata solo de reducir emisiones, sino de crear sistemas resilientes, accesibles y competitivos. El modelo tradicional centralizado está siendo reemplazado por estructuras descentralizadas y digitalizadas, impulsadas por tecnologías como IA, redes inteligentes y almacenamiento avanzado.
El gas natural sigue siendo un combustible de transición clave, especialmente cuando se combina con captura de carbono (CCUS), mientras que el gas natural licuado (GNL), la energía nuclear (incluyendo reactores modulares pequeños, SMR) y soluciones de almacenamiento están ganando protagonismo.
El almacenamiento energético emergente —como baterías, hidrógeno y bombeo hidráulico— será fundamental para integrar fuentes renovables, con una capacidad global proyectada en más de 2 TWh para 2030.
Transparencia y rigor en las afirmaciones ESG
Se endurecieron los criterios para auditar las afirmaciones ambientales, sociales y de gobernanza (ESG): la IAASB e IESBA publicaron nuevas directrices —como las normas Sustainability Assurance 5000— para evitar el “greenwashing” y asegurar transparencia y rigor en la información reportada.
La justicia climática adquiere protagonismo
Surgió el concepto de “just resilience” (resiliencia justa), que combina adaptación al cambio climático con justicia social: derechos laborales, salarios dignos y la participación activa de comunidades vulnerables, especialmente en sectores como la moda. Este enfoque representa un giro hacia valorar tanto la mitigación como el impacto humano en estrategias de resiliencia.
A pesar de la presión creciente por objetivos sostenibles, algunas empresas ya están retrocediendo en la integración de métricas climáticas en la compensación de sus ejecutivos. Grandes nombres como UBS, HSBC y Standard Chartered han reducido o eliminado metas ESG de sus planes de incentivos, lo que genera inquietud sobre el compromiso real y la eficacia de estas iniciativas.
La innovación digital como motor del triple impacto
La adopción de tecnologías digitales, especialmente la inteligencia artificial generativa (GAI), está ayudando a mejorar el desempeño ESG de las empresas, actuando como catalizador para generar mayor eficiencia, transparencia y resultados medibles.
Además, nuevas metodologías como A3CG están emergiendo para analizar informes de sostenibilidad con más precisión y evitar afirmaciones vacías o exageradas.
En Australia, proyectos como Barangaroo integran beneficios sociales (empleo indígena), ambientales (carbono neutral) y comunitarios (espacios verdes), demostrando que el modelo de triple resultado es viable y genera respaldo tangible.
Hoy, el desafío de la sostenibilidad ya no es solo tener buenas intenciones, sino integrar tres dimensiones clave:
- Proyección ambiental: sistemas energéticos más limpios, resilientes y tecnológicamente sofisticados.
- Relevancia social: justicia, transparencia, participación comunitaria y coherencia entre discurso y acción.
- Viabilidad económica e institucional: inversiones robustas, normativas efectivas, innovación digital y compromiso genuino desde la alta dirección.
Este enfoque global y multidimensional es el camino más sólido para avanzar desde la conciencia hasta el impacto real, entre gobiernos, empresas y consumidores informados.