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La deforestación como protagonista del cambio climático: olas de frío y calor, sequías, inundaciones, incendios, desertificación, pérdida de bosques.

Llegó el otoño y con él, el alivio frente a las temperaturas elevadas y sostenidas que el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y gran parte de Argentina, centro y litoral, tuvo que tolerar como corolario del verano. Durante tres semanas una ola de calor que batió récords mantuvo sin respiro a diferentes zonas del país. El AMBA registró el verano más cálido de su historia, desde que se tiene registro en 1906, y para el conjunto del país se repite el récord, aunque en este caso los datos se remontan a 1961. Una ola de calor es un evento sostenido de temperatura extremadamente alta para una región determinada, que se mide en relación a la temperatura promedio considerada para el área.

 

Ahora, la pregunta se vuelve inevitable, ¿Se trata de un hecho aislado? ¿Hay algo que esté provocando el aumento de la temperatura? Ante la consulta, la respuesta de Noemí Cruz, Coordinadora de la Campaña de Bosques de Greenpeace es categórica: “La deforestación está íntimamente relacionada con lo que es el cambio climático de manera global y de manera particular” y explica “el bosque actúa como un refrigerador, para dotar de equilibrio, al clima de la región ¿Entonces, qué sucede cuando se desmonta localmente de la noche a la mañana un área? Se detiene al bosque y  el carbono almacenado allí y la humedad propia del lugar. Se genera un lugar de suelo desnudo que con el paso del tiempo, se va erosionando, los rayos del Sol, como no tienen vegetación abajo, reflejan de alguna manera, lo que se denomina efecto espejo, ese calor se va incrementando a nivel local”.

 

Los bosques y sus suelos almacenan carbono (CO2) y tienen un importante papel en la mitigación de la creciente inestabilidad del clima. Si desaparecen los bosques, estos dejan de ser almacenes de carbono para pasar a ser fuentes del mismo, agravando el cambio climático. Un suelo rico en carbono no sólo es un suelo fértil y estable, sino también cumple la función de regular el ciclo hidrológico a través de la retención del agua de lluvia. Cuando se deforestan los bosques se libera a la atmósfera el carbono presente (por quema, degradación de los suelos, etc.) y al mismo tiempo se elimina la capacidad de fijación de CO2 de la masa forestal. Es decir, pasan de ser un almacén que absorbe el carbono a ser una fuente de liberación de esos mismos gases.

En el ámbito local, Noemí Cruz detalla que “el norte de Argentina, las provincias de Chaco, Salta, Formosa y Santiago del Estero concentran el 80% ciento de la deforestación en el país”, y en cuanto a la normativa que busca regular la actividad “en Argentina tenemos lo que conocemos como la Ley de Bosques, que determina ordenamientos territoriales para cada provincia, clasificando los bosques en 3 categorías, roja, amarilla y verde. La roja es la categoría en donde se ubica la máxima protección al bosque, como ser los Parques Nacionales, las zonas verdes son donde se permite el desmonte, son zonas que en general se supone que son degradadas, pero luego está la categoría amarilla que es la permite el uso sustentable del bosque, no el desmonte”. 

 

Lo que sucede es que algunas provincias en complicidad con los empresarios desmontadores han hecho una violación de la legislación que habían fijado en el ordenamiento, es decir zonas que estaban protegidas pasaron de la noche a la mañana por un decreto o disposición provincial al cambio de categoría, lo que posibilita el desmonte. Cada provincia hace su propio ordenamiento, la ley indica que debe ser de manera participativa, pero no lo es y se traiciona el ordenamiento realizado en primera instancia”, relata la especialista.



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